Las grandiosas operaciones que lleva a cabo el Real Madrid prácticamente cada verano son espectaculares estrategias de marketing. Por lo menos eso es lo que piensa Florentino Pérez, que rentabiliza cada fichaje, o eso es lo que dice, vendiendo camisetas y a través de los derechos de imágenes. Incluso dice que la incorporación de Kaká le proporcionó unos resultados económicos gigantescos, cuando su fracaso deportivo ha sido más que evidente.
Sin embargo, con cada operación de este tipo que realiza el Real Madrid, el club se ve debilitado. Es posible que quede como uno de los magnates de Europa, donde la cartera importa más bien poco y el precio que tase el club que posee al jugador deseado importa más bien poco, pero en realidad esto es negativo para el club merengue.
Cuando el Real se lanza a por un jugador cada verano, los clubes ven la gran oportunidad de su historia. El precio pagado por Isco es razonable, el de Illarramendi ya comienza a ser caro pero el de Bale está totalmente fuera de órbita. Si este jugador, que aún no está consagrado ni mucho menos como una superestrella mundial, vale más que Cristiano, es que el fútbol ha perdido el norte (nada nuevo por otra parte).
Si se pagan 100 millones de euros por Gareth Bale uno puede preguntarse cuánto valdría entonces Andrés Iniesta. El Barcelona, sin embargo, sí sabe parar. Ofreció 25 kilos por David Luiz y el Chelsea le dijo que subiera considerablemente esa cifra. El Barça, sin embargo, supo parar ahí y no caer en el tocomocho (aunque lo de Neymar no se queda atrás, nadie se cree lo de los 50 millones).
Con esto queda claro, por lo tanto, que al Real Madrid le inflan los precios de los fichajes exageradamente. Si el Valencia hace unos años hubiera ido a por Bale seguramente no le habrían pedido más de 40 millones por un jugador de primera línea pero que no está en la cúspide del fútbol. Más le vale vender camisetas, porque el Madrid paga por encima del mercado.